7 de diciembre de 2009

Actitudes y Beneficios 1


"Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.
Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias;
El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias;
El que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila.
Salmo 103: 1 - 5.



En el transcurso del vivir cristiano suele haber momentos de duda, crisis de fe, sentimientos de abandono y pérdida del rumbo. Aunque en la actualidad muchos "predicadores motivacionales" parecen querer negar ese aspecto de la vida cristiana, alegando que todo es victoria y que el creyente jamás debería experimentar estado de angustia o desánimo, el Señor da espacio para nuestras debilidades porque él "se acuerda de que somos polvo" ( Salmo 103: 14 ).

El problema no radica en nuestra debilidad y en mostrarnos vulnerables, sino en persistir en un estado de crisis sin que nunca se pretenda salir, seguir angustiados y temerosos sin dar lugar a que el poder de Dios se perfeccione en "nuestra debilidad" ( 2 Corintios 12: 9 )

En el Salmo 103, el rey David, nos muestra actitudes y beneficios de Dios que deberíamos siempre tener en cuenta. Veamos primero una de esas actitudes.



LA ACTITUD DE BENDECIR


El salmista en esta oportunidad no dice "bendigamos...bendeciré...bendigo o bendecimos"...dice: "bendice, alma mía...". El salmo está escrito desde el diálogo interno. David se ordena a sí mismo a bendecir al Señor.

Hay momentos en que necesitamos automotivarnos a la acción, ordenarnos a nosotros mismos a hacer lo que Dios quiere que hagamos. Ser nuestro jefe, gestor y capataz para cumplir la voluntad de Dios. Lo que el apóstol Pablo llamaría "dominio propio" (2 Timoteo 1: 7).

El alma

David le dice primero a su alma que bendiga a Dios. Se dice que el alma es el asiento de la mente, la voluntad y las emociones. Entendemos, entonces, que deberíamos ser quienes controlamos y dirigimos lo que pensamos, lo que elegimos hacer y lo que sentimos para que nuestra alma bendiga a Dios.

Al sabernos jefes de nuestra alma, reconocemos también que somos responsables por nuestras actitudes internas. Nadie puede obligarnos a pensar lo que no debemos si no le damos lugar, nadie puede obligarnos a hacer lo que no queremos hacer, manipulando nuestra voluntad, si nosotros no le damos espacio para eso; y nadie puede ser responsable de nuestras emociones si nosotros no le damos, de alguna manera, el control de ellas. Debemos, en el poder del Espíritu de Dios, enseñar y dirigir nuestra alma para que bendiga al Señor.

El Ser

Bendecir va más allá de hablar bien de alguien, más allá del solo "te bendigo".
David dice: "y bendiga TODO MI SER...". Esto nos habla de que cada parte de lo que somos debe bendecir. San Pablo en 1 Tesalonicenses 5: 23 dice: "...y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible...".

El ser, debe agradar a Dios, guardarse irreprensible, de eso se trata el bendecir al Señor.
Dado que todo el ser consta de espíritu, alma y cuerpo, entendemos que en cada uno de esos tres aspectos es que debemos agradar a Dios. El creyente debería saber integrar cada parte de su ser en la voluntad de Dios.

Lograr, por medio del poder que Dios da, gobernar su espíritu, su alma y su cuerpo para que obedezcan a Cristo.

Ese es el primer desafío de actitud que nos propone el Salmo 103 : BENDECIR al Señor.

Ser líderes de nuestro mundo interior para aprender a agradar a Dios.